Gaitán y la violencia reaccionaria en Colombia

Gaitán y la violencia reaccionaria en Colombia.(por Iván Ljubetic Vargas)


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En 1906 se construyó el ferrocarril de la costa colombiana, conectando Santa Marta y Ciénaga (Magdalena). Por entonces, se estableció en el país la compañía estadounidense United Fruit Company para la explotación bananera.
Colombia tuvo gobiernos conservadores, hasta el triunfo de los liberales en las elecciones presidenciales de 1930.
JORGE ELIÉCER GAITÁN, “TRIBUNO DEL PUEBLO”
Nació en Cucunubá (Cundinamarca, Colombia), el 23 de enero de 1898, hijo de una educadora y de un librero.
En 1920 comenzó sus estudios de Leyes en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Colombia. Obtuvo su título de abogado en 1924 con su tesis “Las ideas socialistas en Colombia”. Viajó a Italia donde se incorporó a la Real Universidad de Roma.
Regresó a la patria en 1928. Fue elegido representante en la Cámara. Desde allí denunció la masacre de los trabajadores de las bananeras del Magdalena en la estación de Ciénaga..
La valiente denuncia de ese crimen, cuidadosamente ocultado por los medios de comunicación de entonces, le valió a Gaitán el título de “tribuno del pueblo”.
LA MASACRE DE CIÉNAGA
El 12 de noviembre de 1928, los 10 mil trabajadores de la United Fruit Company iniciaron una huelga, debido al trato inhumano que recibían de sus explotadores. No era el primer movimiento reivindicativos de esos obreros. Ya habían paralizado sus labores en 1918 y 1924. Siempre recibieron el desprecio y el desconocimiento tanto de la empresa extranjero como de los gobernantes conservadores.
Ahora, en la tarde del 6 de diciembre de 1928, después de casi un mes de huelga, corrió el rumor que el gobernador de Magdalena se reuniría con ellos en la estación ferroviaria de Ciénaga. Los obreros, con sus familias, acudieron en masa a la esperada entrevista con el primer funcionario del gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez (1926 – 1930) que se disponía a hablar con ellos. El tren con el gobernador no llegó, pero sí las balas asesinas, que dejaron más mil muertos, miles de heridos y cientos de detenidos.
LA HUELGA Y LA MATANZA EN “CIEN AÑOS DE SOLEDAD”
El notable escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982, relata en su famosa obra “Cien Años de Soledad”:
“LA HUELGA GRANDE ESTALLÓ. Los cultivos quedaron a medias, la fruta se pasó en las cepas y los trenes de ciento veinte vagones se pararon en los ramales...
José Arcadio Segundo...“entonces se asomó a la calle, y los vio. Eran tres regimientos cuya marcha pautada por tambor de galeones hacía trepidar la tierra. Su resuello de dragón multicéfalo impregnó de un vapor pestilente la claridad del mediodía. Eran pequeños, macizos, brutos. Sudaban con sudor de caballo, y tenían un olor de carnaza macerada por el sol, y la impavidez taciturna e impenetrable de los hombres del páramo. Aunque tardaron más de una hora en pasar, hubiera podido pensarse que eran unas pocas cuadras girando en redondo, porque todos eran idénticos, hijos de la misma madre, y todos soportaban con igual estolidez el peso de los morrales y las cantimploras, y la vergüenza de los fusiles con las bayonetas caladas, y el incornio de la obediencia ciega y el sentido del honor...
SOLDADOS DE ROMPEHUELGAS
“La ley marcial facultaba al ejército para asumir funciones de árbitro de la controversia, pero no se hizo ninguna tentativa de conciliación. Tan pronto como se exhibieron en Macondo, los soldados pusieron a un lado los fusiles, cortaron y embarcaron el banano y movilizaron los trenes. Los trabajadores, que hasta entonces se habían conformado con esperar, se echaron al monte sin más armas que sus machetes de labor, y empezaron a sabotear el sabotaje. Incendiaron fincas y comisariatos, destruyeron los rieles para impedir el tránsito de los trenes que empezaban a abrirse paso con fuego de ametralladoras, y cortaron los alambres del telégrafo y el teléfono. Las acequias se tiñeron de sangre. El señor Brown, que estaba vivo en el gallinero electrificado, fue sacado de Macondo con su familia y las de los otros compatriotas suyos, y conducido a territorio seguro bajo la protección del ejército.
AUTORIDADES CONVOCAN A TRABAJADORES
“La situación amenazaba con evolucionar hacia una guerra civil desigual y sangrienta, cuando las autoridades hicieron un llamado a los trabajadores para que se concentraran en Macondo. El llamado anunciaba que el Jefe Civil y Militar de la provincia llegaría el viernes siguiente, dispuesto a interceder en el conflicto...
“José Arcadio Segundo... no se sentía bien, y amasaba una pasta salitrosa en el paladar, desde que advirtió que el ejército había emplazado nidos de ametralladoras alrededor de la plazoleta, y que la ciudad alambrada de la compañía bananera estaba protegida con piezas de artillería. Hacia las doce, esperando un tren que no llegaba, más de tres mil personas, entre trabajadores, mujeres y niños, habían desbordado el espacio descubierto frente a la estación y se apretujaban en las calles adyacentes que el ejército cerró con filas de ametralladoras...
LA TRAMPA FATAL
“Un poco antes de las tres corrió el rumor de que el tren oficial no llegaría hasta el día siguiente. La muchedumbre cansada exhaló un suspiro de desaliento. Un teniente del ejército se subió entonces en el techo de la estación, donde había cuatro nidos de ametralladoras enfiladas hacia la multitud, y se dio un toque de silencio. Al lado de José Arcadio Segundo estaba una mujer descalza, muy gorda, con dos niños de unos cuatro y siete años. Cargó al menor, y le pidió a José Arcadio Segundo, sin conocerlo, que le levantara al otro para que oyera mejor lo que iban a decir. José Arcadio Segundo se acaballó al niño en la nuca. Muchos años después, ese niño iba a seguir contando, sin que nadie se lo creyera, que había visto al teniente leyendo con una bocina de gramófono el Decreto Número 4 del Jefe Civil y Militar de la provincia. Estaba firmado por el general Carlos Cortés Vergara, y su secretario, el mayor Enrique García Isaza, y en tres artículos de ochenta palabras declaraba a los huelguistas cuadrilla de malhechores y facultaba al ejército para matarlos a bala. Leído el decreto, en medio de una ensordecedora rechifla de protesta, un capitán sustituyó al teniente en el techo de la estación, y con la bocina de gramófono hizo señas de que quería hablar. La muchedumbre volvió a guardar silencio.
-Señoras y señores -dijo el capitán con una voz baja, lenta, un poco cansada-, tienen cinco minutos para retirarse.
La rechifla y los gritos redoblados ahogaron el toque del clarín que anunció el principio del plazo. Nadie se movió.
LA MASACRE
“-Han pasado cinco minutos –dijo el capitán en el mismo tono-. Un minuto más y se hará fuego...
“José Arcadio Segundo se empinó por encima de las cabezas que tenía enfrente, y por primera vez en su vida levantó la voz.
-¡Cabrones! –gritó- Les regalamos el minuto que falta.
Al final de su grito ocurrió algo que no le produjo espanto, sino una especie de alucinación. El capitán dio la orden de fuego y catorce nidos de ametralladoras les respondieron en el acto... Una fuerza sísmica, un aliento volcánico, un rugido de cataclismo, estallaron en el centro de la muchedumbre con una descomunal fuerza expansiva...
EL TREN DE LA MUERTE
“Cuando José Arcadio Segundo despertó estaba bocarriba en las tinieblas. Se dio cuenta de que iba en un tren interminable y silencioso, y de que tenía el cabello apelmazado por la sangre seca y le dolían todos los huesos. Sintió un sueño insoportable. Dispuesto a dormir muchas horas, a salvo del terror y del horror, se acomodó del lado que menos le dolía, y sólo entonces descubrió que estaba acostado entre muertos. No había un espacio libre en el vagón, salvo el corredor central. Debían haber pasado varias horas después de la masacre, porque los cadáveres tenían la misma temperatura del yeso en otoño, y su misma consistencia de espuma petrificada, y quienes los habían puesto en el vagón tuvieron tiempo de arrumbarlos en el orden y el sentido en que se transportaban los racimos de banano... José Arcadio Segundo se arrastró de un vagón a otro, en dirección en que avanzaba el tren... Cuando llegó al primer vagón dio un salto en la oscuridad, y se quedó tendido en la zanja hasta que el tren acabó de pasar. Era el más largo que había visto nunca, con casi doscientos vagones de carga, y una locomotora en cada extremo y una tercera en el centro. No llevaba ninguna luz, ni siquiera las rojas y verdes lámparas de posición, y se deslizaba a una velocidad nocturna y sigilosa... José Arcadio Segundo ignoraba dónde había saltado, pero sabía que caminando en sentido contrario al del tren llegaría a Macondo...
AQUÍ NO PASÓ NADA
“Al cabo de más de tres horas de marcha, empapado hasta los huesos, con un dolor de cabeza terrible, divisó las primeras casas a la luz del amanecer. Atraído por el olor del café, entró en una cocina donde una mujer con un niño en brazos estaba inclinada sobre el fogón...
José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café.
* Debían ser como tres mil- murmuró.
* ¿Qué?
* Los muertos aclaró él-. Debían ser todos los que estaban en la estación. La mujer lo midió con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo. “Desde los tiempos de tu tío, el coronel, no ha pasado nada en Macondo”.
En las tres cocinas donde se detuvo José Arcadio Segundo antes de llegar a la casa le dijeron lo mismo: “No hubo muertos”...
(Gabriel García Márquez: “Cien Años de Soledad”. La Habana, 1969, páginas 360 a 366)
¿Verdad que los datos sobre la masacre de 1928 en Colombia hacen recordar lo ocurrido en la Escuela Santa María de Iquique de 1907?
GAITÁN: GENERAL, EN VEZ DE ASESINAR LA PATRIA, PUDO DEFENDERLA
El general Carlos Cortés Vargas, que dio la orden de disparar contra los trabajadores en la estación de Ciénaga, intentó justificar la masacre. Argumentó que, entre otros motivos, tuvo que ordenar la matanza porque tenía información de que barcos estadounidenses estaban cerca de las costas colombianas listos para desembarcar tropas para defender las vidas de sus connacionales y los intereses de la United Fruit Company. Y si él no hubiera dado la orden de disparar, los marines habrían invadido tierras colombianas.
Esta explicación fue duramente criticada. Jorge Eliécer Gaitán, aseguró que esas mismas balas utilizadas para asesinar a los trabajadores habrían servido para detener al invasor extranjero.
En 1930 los liberales ganaron las elecciones presidenciales. En 1931, Gaitán fue elegido presidente de la Cámara de Representantes. Paralelamente ejerció como docente de la cátedra de Derecho Penal de la Universidad Libre, de la cual fue nombrado su Rector.
Su tenaz oposición al monopolio de la tierra, le ganó el amplio apoyo del campesinado.
En 1933 fundó la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (UNIR), que disolvió para vincularse al Partido Liberal, donde planteó la necesidad de una reforma agraria.
Fue nombrado Alcalde de Bogotá, llevando a cabo importante reformas sociales. Otro tanto hizo, al ser designado Ministro de Educación en 1940. Entre sus obras estuvo una gran campaña de alfabetización.
LÍDER DE LOS LIBERALES
En junio de 1945, en una Convención del Partido Liberal, Gaitán fue propuesto como candidato a la Presidencia de la República.. Se opusieron los dirigentes de derecha del
Partido, quienes designaron a Gabriel Turnay.
Gaitán no aceptó esa resolución. Y lanzó su candidatura para los comicios del 5 de mayo de 1946. La división de los liberales, permitió el triunfo del abanderado conservador Mariano Ospina Pérez. Después de 16 años de gobiernos liberales, los conservadores volvieron al poder.
Gracias al enorme esfuerzo desplegado por Gaitán, en las elecciones parlamentarias del 16 de marzo de 1947 vencieron los liberales. En el Senado 73 liberales y 58 conservadores; en la Cámara de Representantes: 34 liberales y 29 conservadores.
El 24 de octubre de 1947 Jorge Eliécer Gaitán fue proclamado jefe único del Partido Liberal y designado candidato para las elecciones presidenciales de 1950.
Gaitán inició de inmediato su campaña electoral trabajando junto a las masas populares, ganándose el cariño, respeto y apoyo de ellas.
“Gaitán – escribe Eduardo Galeano- es jefe el Partido Liberal, pero es también su oveja negra. Lo adoran los pobres de todas las banderas... La voz de Gaitán desata al pueblo que por su boca grita. Este hombre pone al miedo de espaldas. De todas partes acuden a escucharlo, a escucharse, los andrajosos, echando remo a través de la selva y metiendo espuela a los caballos por los caminos. Dicen que cuando Gaitán habla se rompe la niebla en Bogotá; y que hasta el mismo san Pedro para la oreja y no permite que caiga la lluvia sobre las gigantescas concentraciones reunidas a la luz de las antorchas.
El altivo caudillo, enjuto rostro de estatua, denuncia sin pelos en la lengua a la oligarquía y al ventrílocuo imperialista que la tiene sentada en sus rodillas, oligarquía sin vida propia ni palabra propia, y anuncia la reforma agraria y otras verdaderas que podrán fin a la larga mentira...”
EN LA VÍSPERA
Eduardo Galeano relata: “En la plácida Bogotá, morada de frailes y juristas, el general Marshall se reúne con los cancilleres de los países latinoamericanos.
¿Qué nos trae en sus alforjas el Rey Mago de Occidente, el que riega con dólares los suelos europeos devastados por la guerra? El general Marshall resiste impasible, con los audífonos pegados a las sienes, el discurserio que arrecia. Sin mover ni los párpados, aguanta las larguísimas profesiones de fe democrática de muchos delegados latinoamericanos ansiosos por venderse a precio de gallo muerto, mientras John McCloy, gerente del Banco Mundial, advierte:
- Lo lamento señores, pero no he traído mi libreta de cheques en la maleta.
Más allá de los salones de la Novena Conferencia Panamericana, también llueven discursos todo a lo largo y a lo ancho del país anfitrión. Los doctores liberales anuncian que traerán la paz a Colombia, como la Palas Atenea hizo brotar el olivo en las colinas de Atenas, y los doctores conservadores prometen arrancar al sol fuerzas inéditas y prender en el oscuro fuego que es entrañas del globo la tímida lamparilla votiva del tenebrario que se enciende en vísperas de la traición en la noche de las tinieblas.
Mientras cancilleres y doctores claman, proclaman y declaman, la realidad existe. En los campos colombianos se libra a tiros la guerra entre conservadores y liberales; los políticos ponen las palabras y los campesinos ponen los muertos...”
ASESINATO DE GAITÁN Y EL “BOGOTAZO”
El líder liberal, que aparecía como seguro vencedor de las elecciones de 1950. Organizó en febrero de 1948 la Marcha del Silencio por el centro de Bogotá. Durante dos horas una multitud desfiló, sin emitir sonido, en defensa de la vida y en protesta por los asesinatos de varios liberales perpetrados en diferentes puntos del país por Gobierno conservador..
El 9 de abril de 1948 Gaitán se reunió con un grupo de partidarios en su despacho. Salieron a almorzar a las 13 horas. En ese momento se acercó un hombre al líder liberal y le
disparó tres balazos que lo dejaron gravemente herido. Sus amigos lo trasladaron a la Clínica Central. Allí el médico Pedro Eliseo Cruz procedió a efectuarle una transfusión de
sangre. Estaba en ello cuando falleció Jorge Eliécer Gaitán.
Mientras tanto, las personas que habían presenciado el feroz atentado persiguieron al criminal, gritando “Asesinaron al doctor Gaitán, cojan al asesino”. Un policía intentó proteger al sicario de la multitud. Introdujo a Juan Roa Sierra, así se llamaba el asesino, a una droguería. Hasta allí llegó la gente que, furiosa, mató a golpes al sicario.
No hubo dudas que detrás de Roa Silva estaba la mano de la reacción. Estalló una insurrección popular en Bogotá, que luego se extendió a otras ciudades de Colombia, contra el gobierno del conservador Mariano Ospina Pérez, a quien exigían la renuncia. Esta insurrección se conoce con el nombre de “bogotazo”
El saldo fue: varios cientos de muertos y heridos, la destrucción de parte central de la capital y el inició de una nueva etapa caracterizada por el recrudecimiento de la violencia a nivel nacional...
LA INSURRECCIÓN SEGÚN EDUARDO GALEANO
“El pobrerío, brotando de los suburbios y descolgado de los cerros, avanza en tromba hacia todos los lugares, huracán de dolor y de la ira que viene barriendo la ciudad, rompiendo vidrieras, volcando tranvías, incendiando edificios:
- ¡Lo mataron! ¡Lo mataron!
Invaden el centro de Bogotá las ruanas indias y las alpargatas obreras, manos curtidas por la tierra o por la cal, manos manchadas de aceite o de lustre de zapatos, y al torbellino acuden los changadores y los estudiantes y los camareros, las lavanderas del río y las vivanderas del mercado, las sieteamores y los sieteoficios, los buscavidas, los buscamuertes y los buscasuertes: del torbellino se desprende una mujer llevándose cuatro abrigos de piel, todos encima, torpe y feliz como una osa enamorada y como un conejo huye un hombre con varios collares de perlas en el pescuezo y como una tortuga camina otro con una nevera a la espalda... Bogotá es una inmensa fogata y el cielo una bóveda roja...
Tres tanques encabezan la embestida contra el palacio presidencial. Los tanques llevan gente encima, gente agitando banderas y gritando el nombre de Gaitán, y detrás arremete la multitud erizada de machetes, hachas y garrotes. No bien llegan al palacio, los tanques se detienen. Giran lentamente las toretas, apuntan hacia atrás y empiezan a matar pueblo a montones...
“Suenan los últimos tiros. La ciudad arrasada por el fuego, recupera el orden. Al cabo de tres días de venganza y locura, el pueblo desarmado vuelve al humilladero de siempre a trabajar y tristear.
El general Marshall no tiene dudas. El bogotazo ha sido obra de Moscú. El gobierno de Colombia suspende relaciones con la Unión Soviética”.
UN REPORTAJE DE GARCÍA MÁRQUEZ
El escritor colombiano trabajó como periodista entre finales de 1957 y comienzos de 1959. En ese período escribió muchos reportajes, los que fueron reunidos y publicados en 1975, en Barcelona, bajo el título de “Cuando era feliz e indocumentado”
En uno de ellos, titulado “Su primera experiencia: ‘El Bogotazo’”, relata un hecho poco conocido:
“...Cuando el pueblo bogotano se lanzó a la calle en una demoledora explosión de cólera por el asesinato de su caudillo máximo, dos muchachos cubanos que se encontraban allí por casualidad participaron en la acción popular. ‘Eran dos muchachos entusiastas, espigados, vestidos con chaqueta de cuero’, recuerda un político colombiano que en esa ocasión los conoció de manera accidental. Movidos por el fervor democrático, ellos trataron de orientar la desenfrenada cólera de la muchedumbre hacia un objetivo preciso: el poder. Un grupo de políticos liberales que los encontró en la mañana del 10 de abril preparando a las brigadas callejeras para atacar un cuartel, los disuadió de su temeridad. ‘Ayer hubiera sido posible –les dijeron-, ahora no, la situación ha cambiado’.
Les hicieron ver el nido de ametralladoras emplazado en la azotea del cuartel:
* Contra eso no resistirán veinte minutos.
El más alto de los dos, cuyo rasgo predominante era la arqueada nariz ósea, pareció reflexionar y desistió de la temeraria acción.
Nunca más se supo de ellos. Pocos días después, los periódicos convirtieron a esos dos muchachos en una leyenda. Se habló de dos cubanos que, según se decía, habían comandado el ‘bogotazo’. Se llegó a decir que incluso en el hotel donde se hospedaban el detectivismo decomisó un plan minucioso del asesinato de Gaitán. La verdad es que los dos muchachos cubanos, estudiantes, habían llegado a Bogotá a fines de marzo, con el propósito de asistir a un congreso estudiantil. Ante la explosión popular no habían podido contener su entusiasmo y se habían lanzado a la calle, como lo hicieron tantos demócratas extranjeros residentes en Bogotá: exiliados de Santo Domingo, estudiantes de Venezuela, mexicanos, perseguidos del peronismo.
Sólo ahora –concluye su reportaje Gabriel García Márquez- olvidada la leyenda de los dos cubanos que se mezclaron a la multitud bogotana el 9 de abril de 1948, se conoce la identidad de unos de ellos, el más espigado, sereno y decidido, era Fidel Castro.”
(Gabriel García Márquez: “Cuando era feliz e indocumentado”. Barcelona, 1975, páginas 120, 121 y 122)
LA ENTREVISTA QUE NO SE REALIZÓ
La ya mencionada Novena Conferencia Panamericana, había sido convocada para enero de 1948. Pero se aplazó. La CIA, en una información de fecha 2 de febrero, señaló que los comunistas, que contaban con 60 células en Bogotá y grupos de acción en 15 sindicatos, estaban preparando mítines contra el evento. El Ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Laureano Gómez, fue designado presidente de la Novena Conferencia y en la nómina de participantes colombianos se excluyó a Gaitán “por no ser internacionalista”.
Finalmente, la Novena Conferencia Panamericana se inició el 30 de marzo de 1948. En ese evento, que se prolongó hasta el 2 de mayo, nació la OEA (Organización de Estados Americanos) y los países participantes se comprometieron a luchar contra el comunismo.
La delegación de Estados Unidos, encabezada por el general Marshall, traía como principal propósito que se declarara al comunismo fuera de la ley. Y lo logró.
La OEA, fundada el 30 de abril de 1948, se transformó en un pilar de la guerra fría y de la campaña anticomunista a nivel continental, un fiel instrumento de la política del imperialismo estadounidense.
Paralelamente a la Novena Conferencia, como réplica a ella y en protesta contra la intervención de Estados Unidos en varios países de América Latina,, se realizó en Bogotá un Congreso Latinoamericano de Estudiantes, en que participó Fidel Castro.
Al saber éste, que el dirigente popular más importante de Colombia era en ese momento Jorge Eliécer Gaitán, le solicitó una entrevista. Esta quedó acordada para las dos de la tarde del 9 de abril de 1949. Pero, a las 13,05 de ese día fue asesinado el líder colombiano.
DEL BOGOTAZO A LAS FARC
Con el asesinato de Gaitán, desapareció el único hombre que, en ese momento, interpretaba el descontento popular en Colombia. Se abrió una etapa de tierras arrasadas y de un brutal enfrentamiento entre el gobierno conservador y la oposición.
Contra esa política terrorista, que ya tenía años, comenzó -de manera espontánea- la resistencia popular.
Especialmente brutales fueron las acciones en Casanare y el Meta. Ello obligó a sus habitantes a armarse y a actuar en grupos.
Un sector de la dirección nacional del Partido Liberal resolvió promover acciones civiles y militares contra el gobierno. Se acordó una insurrección para el 27 de noviembre de 1949, lo que fue informado a los oficiales comprometidos y a los dirigentes liberales. Hubo una contraorden. Esta no llegó al capitán Alfredo Silva, quien se tomó la guarnición de Villavicencio. Cuando conoció la nueva situación, no supo qué hacer. Le pidó a sus hombres que se desplazaran a Puerto López.. Allí surgió un improvisado jefe popular, Eliseo Velásquez, “Cheíto”, quien asumió la jefatura de esa guerrilla
. Pronto se multiplicó la lucha por los llanos orientales. Todos sus habitantes se alzaron en armas contra el gobierno conservador. Combatían guerrillas liberales y comunistas.
En junio de 1953 se produjo el golpe militar del general Rojas Pinilla. Se decretó una amnistía. Un total de 6.500 guerrilleros liberales se entregaron con sus armas. Previamente, la dirección del Partido Liberal había ordenado su desmovilización.
Las guerrillas comunistas no se entregaron. Contra ellas cayó la represión. Hubo un período de lucha por la supervivencia. Después, surgieron las Fuerzas Revolucionarias en varias regiones, con un Comando General Guerrillero.
Años después, en 1964, ya extendidas por todo el país, se crearon las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con un secretariado, encabezado por su fundador el líder campesino Manuel Marulanda Vélez: Su verdadero nombre era Pedro Antonio Marín y había nacido en Génova, Colombia, el 12 de mayo de 1930. Dirigió a las FARC durante 44 años, hasta su muerte ocurrida el 26 de marzo de 2008.
Iván Ljubetic Vargas
Historiador

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